Los mexicanos somos afortunados en cuanto a gastronomía, en especial a partir del mes de septiembre, donde prácticamente cada mes tiene un platillo típico para degustar, y octubre y noviembre llegan cargados de azúcar con el increíble Pan de Muerto.
A principios de octubre las cocinas de las panaderías, reposterías y tiendas de autoservicio comienzan a impregnar el aire con un olor a mantequilla, lo que significa que el Pan de Muerto ya se encuentra en los hornos, listo para deleitarnos el paladar.
Aunque no es del gusto de todos, el pan de muerto es un referente en las tradiciones mexicanas, específicamente el Día de Muertos, ya que es un elemento básico de los altares que se colocan a los santos difuntos.
El origen del pan de muerto proviene del siglo XVIII, durante la época de la Colonia, aunque, tiene una fuerte influencia de los rituales prehispánicos de sacrificio, por lo que es un sincretismo entre la influencia española y las prácticas de adoración a la muerte de las culturas mesoamericanas.
En un principio el pan de muerto tenía forma de corazón, se bañaba en azúcar y se pintaba de rojo, para imitar la sangre de los sacrificios que realizaban las culturas prehispánicas.
Con los años, fue cambiando de forma hasta la que conocemos hoy en día: un pan redondo, esponjocito, azucarado o con ajonjolí, con una esfera al centro que representa el cráneo, y cuatro canillas que representan los huesos, así como los cuatro rumbos del universo prehispánico o nahuolli dedicados a los dioses Tezcatlipoca, Tlaloc, Quetzalcóatl y Xipetotec.
En la actualidad se pueden encontrar diferentes presentaciones del pan de muerto, piezas zoomorfas (animales), antropomorfos (forma humana), fitomorfos (vegetales y plantas) y mitomorfos (sin forma específica), pero todos cuentan con el sabor característico de este tradicional pan.
Además de la caracteristica presentación azucarada y con notas de azahar en el pan, existen variedades como las hechas con ajonjolí en Puebla, azucar rojo de la Mixteca, pan de yema en Oaxaca, con sabor a vainilla, mantequilla o naranja, la presentación de chocolate o mixta, cubiera de chocolate, rellena de chocolate, queso, crema pastelera, mermeladas de fresa, zarzamora y naranja, y más.
La comida en los altares representa los gustos del difunto, sin embargo, este pan al personificar a la muerte misma, tiene un papel de protagonista. Se coloca una o varias piezas de pan a los muertos para ofrecerles algo dulce mientras visitan este mundo; al final se retiran, ya que el sabor fue absorbido por los espíritus que visitaron.
Si son fanáticos del pan de muerto, esta es la época ideal para consumirlo; sino han encontrado uno que les derrita el paladar, es el momento perfecto para realizar degustaciones al por mayor.