Por: Iván Juárez Popoca Guerrero
CUIDADO CON LAS COMPRAS A CREDITO. Dadas las condiciones críticas en que una serie de gobiernos corruptos tienen al país, las medidas de Trump como la de bajarle impuestos a los ricos y “renegociar” el TLC más la inestabilidad de los mercados por otros factores…la deuda de cualquier ciudadano puede convertirse en una carga infernal.
Sin embargo, la sociedad capitalista está diseñada para embarcar en la aventura a todo aquél que pueda representar una ganancia para los bancos, las financieras y todo tipo de comercio. La única moral que conocen los señores del dinero es el lucro. Y, para beneficio de éstos, la mayoría de nosotros carecemos de la suficiente disciplina y sentido común. En un párrafo de la novela “El Banquero” de Leslie Waller, un ejecutivo nos describe a la perfección:
“Es un hecho, la gente quiere comprar toda clase de cosas. Receptores de televisión de veintiuna pulgadas, refrigeradores de dos puertas, automóviles potentes. Se niegan a esperar hasta haber ahorrado el dinero, como los niños, cuando quieres algo, lo quieren INMEDIATAMENTE. Pues bien, detrás de cada automóvil y de cada aparato de televisión les espera un hombre, dispuesto a vendérselo a crédito…”
Estamos muy lejos de tener la actitud del filósofo griego Diógenes quien gustaba de recorrer los mercados para darse cuenta de los cientos de cosas que no necesitaba; la sociedad actual nos ha entrenado para ser consumistas, para basar nuestra valía en las cosas y preferir tener que ser. La mayoría quiere vivir de ese modo, aunque nunca logre ser feliz, pues la ambición jamás se sacia: es una víbora que vive mordiéndose la cola.
“En este mundo –dice otro personaje de la novela- aparentemente todo está a la venta, pero cuando se tienen a la mano, no siempre tiene el mismo aspecto que en el escaparate.”
Sí uno habla de que la felicidad solamente puede encontrarse en intangibles como el amor, la generosidad y la dependencia de Dios, no falta quien se ría y gire la cabeza hacia otro lado, aunque tantos hechos confirmen esa
aseveración; inclusive la de algunos que han amasad fortunas y, a pesar de ello, se han quedado vacíos.
Desde luego que lo material es bueno y necesario: el problema es cuando se vuelve nuestro Dios, nuestro “Mamón” (como se le llama en la Biblia.)
Creo que difícillmente podemos aspirar a ser un Diógenes, pero cuando menos, habría que evitar el postrarnos ante el ídolo de barro e inmolar, nuestro ya de por sí exiguo cuerpo, en el fuego de la ambición y la usura.
