Democracia y sindicatos
Por Alberto Reyna García
La democracia sindical es muy importante, tiene tanta fuerza como la libertad de asociación de las personas; su trascendencia es similar a la de la libertad de expresión del pensamiento o el derecho de huelga; tiene el mismo peso que la libertad de creencias o el derecho de los campesinos a la tierra.
Cuando se viola cualquiera de estos derechos se suspende el orden jurídico del país, el régimen democrático entra en crisis y el mundo de nuestros días ha olvidado los principios que hace tiempo hicieron posible el desarrollo de la democracia burguesa, principios olvidados por la misma burguesía, particularmente en los países capitalistas desarrollados y subdesarrollados en los que el mantenimiento del régimen democrático, el respeto a los derechos individuales y a los derechos sociales, se promueven como la única garantía de progreso para las masas trabajadoras que forman la gran mayoría del pueblo.
En la actual etapa del capitalismo existen condiciones objetivas para la unidad de acción del proletariado, el campesinado, la pequeña burguesía y amplios estratos sociales, siendo el proletariado el llamado a desempeñar el papel dirigente en la alianza de estos sectores, por ser la clase más cohesionada.
La injerencia del imperialismo en la vida doméstica de los países coloniales y semicoloniales ha frenado el desarrollo de las fuerzas productivas, y los convirtió únicamente en proveedores de materias primas y mano de obra barata, acentuando la miseria y la explotación de la clase obrera.
La lucha por la independencia nacional en los países que disfrutan formalmente de ella, pero están sometidos económicamente a las fuerzas del capital monopólico industrial y financiero transnacional, sirve de base para la unidad de acción de las masas trabajadoras: la clase obrera, el campesinado, la pequeña burguesía urbana e intelectual y algunos sectores de la burguesía nacional. Por lo tanto, los sindicatos deben unir a sus demandas económicas y sociales la lucha por la independencia política nacional y por la emancipación económica respecto de ese capital monopólico.
Los sindicatos deben esforzarse por crear un frente nacional que agrupe a todas las fuerzas cuyos intereses son incompatibles con los de ese capital: el imperialismo.
La clase trabajadora y asalariada debe jugar un papel esencial en la creación y en la actividad del frente nacional, sin olvidar sus demandas y sus intereses de clase.
Independientemente de su origen étnico, religión, ideas políticas o filiación sindical, sufren la explotación capitalista. La carestía, los bajos salarios, el desempleo, el agravamiento de las condiciones de trabajo, la automatización de la producción, insuficiencias de la seguridad social, no distinguen opiniones políticas y filiaciones sindicales.
La unidad sindical es un asunto táctico que deriva de una cuestión teórica. Si a los sindicatos no se les concibe como lo que son y se les asignan funciones distintas a las que les corresponden, se abre el camino para la división.
Si los sindicatos olvidan sus tareas inmediatas y sus responsabilidades históricas, se abre también el camino para la división.
La división de la clase trabajadora es, por lo tanto, la negación de sí misma como fuerza revolucionaria para el logro de sus intereses de clase y para contribuir a la consecución de metas superiores como la independencia nacional.
El trabajo para la unidad sindical del proletariado por lo tanto es una tarea permanente, es una posición fundamental que debe sostenerse de manera constante en todos los periodos y circunstancias, cualquiera que sea el nivel de las luchas del proletariado.
Se debe tener presente que la unidad no es un problema que los trabajadores puedan resolver sin tomar en cuenta el país en que viven y el mundo al que pertenecen.
La unidad depende de dos factores importantes: evitar la injerencia indebida de los diversos sectores de la burguesía patronal y el Estado, que en nuestro país están mañosamente coludidos; y el férreo control ideológico que ejerce la clase dominante.