El robo de combustibles a PEMEX
Por: Alfonso Díaz Rey
La falta de gasolinas y diésel en muchas estaciones de servicio en varios estados de la República, sobre todo en aquellos donde los huachicoleros se despachaban con la cuchara grande, ha proporcionado a las fuerzas de derecha y a los detractores del nuevo gobierno federal materia para atacarlo.
Lo responsabilizan de los problemas que causan las acciones emprendidas para erradicar prácticas que anteriores gobiernos soslayaron, o fueron culpables por comisión u omisión, y quienes ahora increpan a la nueva administración fueron ciegos y mudos ante las políticas y la corrupción que diezmaron y pusieron en serio peligro a la industria petrolera nacional.
La ceguera, silencio y pasividad de muchos desinformados y engañados y, además, la complicidad de quienes hoy se desgarran las vestiduras en simulación de la defensa del pueblo, permitió la imposición de la política neoliberal que en las seis administraciones federales anteriores condujeron a la actual situación en materia de combustibles y en prácticamente todos los aspectos de la vida nacional.
Ahora, en momentos que como consecuencia de esa política Pemex se encuentra en la peor situación de su historia, cuando se intenta corregir una parte del desastre que los neoliberales crearon y dejaron, son ellos y sus personeros quienes se erigen como defensores de los intereses populares.
La magnitud que adquirió ese ilícito era imposible de alcanzar sin la participación de personas vinculadas laboralmente a Pemex y a diferentes instancias de gobierno, en distintos niveles de responsabilidad, así como realizarlo únicamente mediante tomas clandestinas en los ductos de distribución; por lo que las medidas para combatirlo y erradicarlo deberán dirigirse, precisamente, a sus raíces.
El hecho de que se mencione la colusión de algunos funcionarios no únicamente de la empresa sino de gobiernos anteriores y del sindicato petrolero, así como trabajadores y propietarios de estaciones de servicio, vinculados con organizaciones delictivas para llevar a cabo el hurto, muestra los niveles que alcanzó la corrupción y la impunidad.
Muchos de los que ahora despotrican contra el nuevo gobierno consideraban una condición normal la compra de combustible sin reparar en su procedencia, no obstante el conocimiento de la existencia de tal ilícito; sin embargo, cuando se emprenden acciones para combatirlo protestan airadamente contra las molestias que ocasionan los impactos adversos inherentes a esas acciones que, por otro lado, necesariamente deben ser temporales.
Las investigaciones en este caso necesariamente tendrán que ir hasta sus últimas consecuencias, para que la gente perciba congruencia entre las palabras y los hechos de quienes gobiernan, se fortalezca la confianza entre gobernantes y gobernados y, lo que es más importante, para que el pueblo apoye y participe activa y conscientemente en las acciones que conduzcan a mejorar sus condiciones de vida y trabajo.
Es un buen indicio que la lucha contra la corrupción se libre en un área estratégica como la industria petrolera y en una empresa emblemática como Pemex, cuyo saneamiento es urgente y necesario para iniciar la segunda y definitiva nacionalización de esa industria y de todos los bienes y riquezas que han usurpado a la nación.