QUE SE ME OCURRE DECIRLE A UN TAXISTA: «¡Que calor hace!», como suele uno decir para iniciar una conversación. Más no lo hubiera hecho, pues he aquí que el hombre me ha dado una regañada y hasta me soltó una disertación filosófica:
«No se queje, hombre…¡hay que disfrutar el calor! La gente vive quejándose sin sentido. Dios te da al nacer dos regalos: la vida y un tiempo para que logres ser feliz, pero la mayoría no aprecia esto, ni nada: tienen una esposa o esposo que se les hace poca cosa y se la viven peleando.; unos hijos preciosos con los que ni conviven y hasta maltratan; un techo que les parece muy pequeño, y así…siempre insatisfechos y gruñones. Desperdiciando sus dos regalos.»
Estuve de acuerdo con don Manuel (que así se llama) y le pregunté si era miembro de alguna iglesia.
«¡No, que va!» -me contestó- «La mayoría de los que visitan las iglesias son unos hipócritas. Mire. acaba de morir una vecina mía a la que muchos consideraban muy devota y afirman que se ha ido al cielo. ¡Pero yo creo que se ha ido al infierno o al purgatorio! ¿Y sabe por qué? Porque era una mujer egoísta, avariciosa y amargada.
Don Manuel me hizo recordar al francés André Bretón, quien comentó alguna vez que los mexicanos somos muy habladores y poco dados a la literatura. Don Manuel podría escribir un interesante librito.
El señor me fue hablando otros tópicos, desafortunadamente, llegamos a la Central donde yo tenía que abordar un camión. Sin embargo, corroboré una vez más que sí uno tiene algún problema psicológico, alguna duda respecto a la política o, simplemente, se está inconforme con el clima…hay que consultar a un taxista…los taxistas lo saben todo.