El surcoreano Dai-won Moon llegó en 1969 a la Ciudad de México para fundar la escuela Moo Duk Kwan, la primera de taekwondo en el país. Su idea era replicar lo que hizo siete años antes en la Universidad Tecnológica de Texas, Estados Unidos: capacitar a los primeros entrenadores y peleadores para que después crearan colegios en el resto del territorio nacional.
Raymundo Salazar –padre de los medallistas olímpicos en Atenas 2004, Iridia y Óscar- fue uno de los primeros alumnos del profesor Moon. Según Iridia, se inscribió a la escuela a principios de los 70. Participó en los primeros selectivos internos y vio cómo otras escuelas se fundaron en la capital.
La disciplina fue bien recibida y seis años después la delegación mexicana consiguió sus primeras tres medallas en los Campeonatos Mundiales que se realizaron en Seúl, Corea del Sur, en 1977. Jaime de Pablos y Ramiro Guzmán ganaron plata en las categorías de -48 y -58 kilos, respectivamente, y Moritz Von Meacher se colgó bronce en -53. Desde entonces, México ha sumado 62 preseas en total.
El taekwondo ya se había expandido para entonces al interior de la República. Guillermo Pérez –campeón olímpico en los Juegos de Beijing 2008 en la categoría de -58 kilos- recuerda que a mediados de los años 80 en Uruapan, Michoacán, se inscribió a su primera escuela. “En aquella época sólo había dos en la localidad. Había al menos 20 alumnos por colegio; ahora hay más de 100. Actualmente hay 10 clubes en la región y poco más de 50 en el estado”.
La disciplina formó parte como deporte de exhibición del programa olímpico en los Juegos de Seúl 1988. Enrique Torroella (-50 kilógramos) y Mónica Torres (-43) ganaron medallas de bronce. Cuatro años más tarde, en Barcelona, William Córdova (-58) ganó oro, Dolores Knoll (-55) y, otra vez, Torres se llevaron preseas de bronce. Ellos fueron los primeros medallistas mexicanos.
En Atlanta 1996 no fue incluido, pero en Sídney 2000 fue integrado oficialmente al programa olímpico.
“Los directivos de la Federación mexicana mantuvieron a los entrenadores surcoreanos en el equipo. Ellos fueron fundamentales para que convirtieran a Víctor Estrada en un peleador muy técnico. Eso le permitió ganar la primera presea reconocida por el Comité Olímpico Internacional”, explica Alfonso Victoria, jefe de entrenadores de la actual Selección mexicana y de María del Rosario Espinoza.
Su logro, sostiene Victoria, permitió que los niños se acercaran a las escuelas de taekwondo y que la Conade no abandonara económicamente a la Federación.
El taekwondo, desde entonces, ha aportado siete preseas –dos de oro, dos de plata y tres de bronce- al medallero olímpico mexicano. Ningún otro deporte nacional puede presumir esa consistencia.
“Los múltiples diplomas a nivel internacional han provocado que el taekwondo sea practicado por 100 mil atletas en toda la República Mexicana. Si se toman en cuenta los no afiliados, esa cifra se puede extender a 300 mil. Ninguna Federación en el país ha tenido un crecimiento tan rápido y en tan poco tiempo”, agrega Victoria.
Los 16 elementos de la Selección nacional –que participarán en el Campeonato Mundial del 24 al 30 de junio- tienen la posibilidad, de acuerdo con Pérez, de continuar con la inercia exitosa de esta disciplina.
“Se tienen seis peleadores entre los 10 mejores del mundo. Un pronóstico real es que se consigan dos medallas. Ningún deporte en México tiene actualmente un pronóstico tan alto para traer esas preseas de un Campeonato Mundial. No tengo duda de que en algún momento el taekwondo se convertirá en la disciplina que más medallas olímpicas le dé al país”, sostiene el extaekwondoín, quien ahora es entrenador en su escuela de Uruapan.