LA CLASE EMPRESARIAL MEXICANA, UNA VERGÜENZA DEL PAÍS
Por Manuel De la Torre Rivera
Conozco a muchos empresarios mexicanos exitosos que han acumulado un importante capital con base en trabajo personal y sin duda sacando beneficio del trabajo de otros, pero esforzándose desde abajo para lograr su formación profesional y que aplicando el ingenio y la creatividad, han integrado empresas exitosas, que cuentan con tecnología propia competitiva internacionalmente y sus trabajadores disfrutan de salarios dignos que les permiten la satisfacción plena, tanto de sus necesidades básicas, como de satisfactores culturales y recreativos que hacen ver a la empresa como un bien que hay que cuidar.
Desafortunadamente, ese tipo de empresarios son la excepción de la regla y en mi experiencia personal como prestador de servicios ambientales, he podido comprobar la existencia de múltiples empresas en donde la estrecha visión que tiene la clase empresarial de su papel en la sociedad, se puede medir por los siguientes parámetros:
· Son generadores de empleo pero con salarios de hambre y condiciones laborales que cumplen limitadamente con las normas laborales y de higiene para sus trabajadores.
· Regatean el cumplimiento con la ley, la normativa y reglamentación ambiental y prefieren el fácil expediente del pago de multas y la promoción de las corruptelas para seguir obteniendo ganancias, muchas veces causando graves daños al ambiente.
· Son omisos de su cumplimiento con el bienestar de las comunidades donde operan sus empresas y por lo mismo contribuyen a la descomposición del tejido social.
· Sus organizaciones gremiales han tenido un nefasto desempeño al ser promotores del sindicalismo blanco, de la tercerización de la contratación (outsourcing), de las contrarreformas laborales para dar legalidad a la violación de derechos humanos y de la intromisión indebida en la planeación educativa del país, distorsionando nuestra historia, fracturando y debilitando la independencia tecnológica que atenta contra la soberanía de la nación.
Las cifras oficiales pretenden ocultar lo inocultable, nuestro país esta descapitalizado por el saqueo de recursos de todo tipo (agua, petróleo, infraestructura, capital), las calles están llenas de desempleados y vendedores ambulatorios, por lo mismo la inseguridad está a la orden del día, el deterioro ambiental del país es evidente en la contaminación de sus aguas superficiales (ríos, lagos y lagunas), la sobreexplotación y contaminación de los acuíferos, el aire contaminado de las principales urbes, el aumento de incidencia de enfermedades respiratorias, el desempleo de todo tipo incluyendo el de personal profesional con estudios especializados.
Por si fuera poco, esos empresarios son criticados por su contraparte de los países desarrollados como abusivos y tramposos, porque mantienen la competitividad internacional de nuestro país con base en el pago de salarios de hambre y no como tendrían que hacerlo: impulsando la productividad con el uso de tecnología de punta. Y nosotros tratando de competir con China pero no en tecnología y mercadeo, sino para pagar los salarios más bajos y ¡ya le ganamos!
Quiero pensar positivamente en el surgimiento de una nueva clase empresarial, aunque mis amigos me digan que eso es pedir peras al olmo, una que sea capaz de reflexionar el enorme daño que la actual generación empresarial le ha causado a México.
Un país que tuvo grandeza de espíritu, que con Hidalgo y otros nuevos mexicanos, fue capaz de salir de tres siglos de coloniaje español en la búsqueda de su identidad, y con Juárez y otros ilustres liberales pudieron expulsar del país al poderoso ejército invasor extranjero que sostenía a un usurpador en el poder y cien años después de lograda la independencia, con un pueblo trabajador que había logrado conquistar en los hechos el Derecho de Huelga, impulsó la revolución en Cananea y Río Blanco, logrando que con la actitud rebelde del pueblo al lado de Villa y Zapata se ganara con la fuerza de las armas, al costo de un millón de mexicanos, que en la constituyente del 17, se consagraran los derechos y garantías de los ciudadanos.
Así quedaron plasmados en sus artículos 3°, 27, 39 y 123, entre otros, los derechos a una educación laica y gratuita, al usufructo de los recursos naturales, a la decisión soberana del pueblo y a los derechos al trabajo y a la previsión social, que años más tarde el pueblo y la clase trabajadora harían valer al recuperar para el país, el petróleo que explotaban las compañías trasnacionales extranjeras, las mismas que ahora reciben el regalo de los oligarcas del poder, donde están los más poderosos empresarios, esos que aparecen entre los hombres más ricos del mundo, que han hecho de México un país de pobres, desempleados y además contaminado.