Buscando ser a tu medida.
Por: Eber Sosa Beltrán
Psicólogo y activista social
Interesado en el género, el medio ambiente y los derechos humanos.
Existe un dilema común en las brechas sociales que configura una distancia imaginaria entre nosotros y los otros. Las brechas pueden ser económicas, culturales, de género, tecnológicas y generacionales; hay muchas más, su constante es la desigualdad, la falta de comprensión y el sufrimiento.
En momentos pareciera que esas fronteras se difuminan, en el afán porque las personas tengan la misma posición y el mismo valor en nuestra sociedad, actualmente se ha promovido ésta perspectiva normativa desde el derecho a la igualdad, sin embargo los caminos por recorrer son tan complejos y llenos de contradicciones que es difícil saber con exactitud si el paso que avanzamos ha sido el adecuado.
Pensemos por ejemplo como la brecha tecnológica se ha reducido al permitir una interconectividad global que permite interactuar a todas las personas sin distinción de edad, sexo, clase, nacionalidad o cualquier otra variante, y al mismo tiempo genera un estado de aislamiento del entorno inmediato.
Las relaciones resultantes se encuentran mediatizadas a través de nuevos códigos que coexisten con los ya existentes reforzándolos, substituyéndolos o modificándolos. Es decir, en ciertos aspectos las brechas se remarcan y cada individuo resuelve a su manera su propia posición en el mundo, su referente es el caleidoscopio de imágenes en la red, las múltiples posibilidades de ser que luego se interconectan con las formas de ser de la propia experiencia. Los referentes cercanos pueden llegar a ser incomprensibles desde ésta nueva lógica cuando no hay un diálogo común y un intercambio.
La falta de perturbación es un estado deseable y peligroso pues sólo nos remite a la ausencia, hay una mirada ausente en la búsqueda de aprobación de las redes sociales que no se origina por el hecho de que existan sino por el estado de aislamiento y exclusión de nuestra existencia, la intransigencia y la poca comprensión de las diferencias.
Nuestro mundo afectivo que anteriormente era mediatizado por las instituciones como la familia, la escuela, el trabajo, la iglesia y el Estado, se ha complejizado con nuevas realidades en donde impera el individuo como ser supremo, por eso la otredad resulta tan amenazante, somos desconocidos para los demás a pesar de tener cientos de amigos en las redes sociales en parte quizá porque convivimos con poca disposición a escuchar una voz distinta a la nuestra que a la vez nos resulte familiar a nosotros.