Por: Oscar Alzaga*
Larrea, de 2006 a 2011, tuvo a su servicio los gobiernos del PAN, de Fox y Calderón, para atacar Pasta de Conchos y las huelgas de Cananea, Sombrerete y Taxco, al grado de que al perder en Cananea 4 amparos del Sindicato Minero, puso de secretario de Gobernación a su abogado Gómez Mont, el 10 de noviembre de 2008. Tan tuvo a su servicio a esos presidentes, que le permitieron violar la Constitución y la Ley Federal del Trabajo (LFT) en materia de derecho de huelga, porque siendo las tres huelgas declaradas existentes, se permitió que con recursos ilegales se atacaran y alargaran por más de 13 años. Y en Pasta de Conchos, Larrea impuso a gobiernos su inmoralidad al no rescatar a los mineros, sin saber si vivían o no algunos de ellos.
En Taxco, Larrea demandó dos veces la terminación de las relaciones de trabajo, por un falso agotamiento de las reservas de las minas, juicios que perdió; en Sombrerete, en plena huelga, dos veces se le permitió que usando falsos sindicatos demandara la titularidad del contrato colectivo de trabajo (CCT), tanto en 2012 como en 2013, hasta que en 2020 pierde con el amparo del Sindicato Minero. En esos 13 años Larrea se negó a conciliar la solución de las huelgas, con el apoyo de Fox, Calderón y Peña (del PRI). Antes, la autoridad obligaba a los patrones a conciliar la solución del conflicto.
En Cananea, Larrea llegó al extremo del cinismo: violar la Constitución y la LFT, al presentar en plena huelga un juicio de terminación de las relaciones de trabajo, individuales y colectivas, “por causas de fuerza mayor”, un argumento falso por su misma naturaleza y cuya prueba fue una inspección ofrecida por la Secretaría de Economía, ¡que no se realizó!, pero que la Junta Federal, el tribunal de Amparo y la Suprema Corte de Justicia dieron por válida. Así, en 2011 despidieron “justificadamente” a 1,200 obreros.
Una semana después, Larrea reabrió la mina de Cananea en la que, por arte de magia, desaparecen “las causas de fuerza mayor” avaladas por la Suprema Corte. Con un servil líder de la CTM firma un nuevo CCT de protección patronal y, el colmo, léase bien, con un letrero para contratar nuevo personal, advierte: “No hay trabajo para trabajadores de Cananea y Sonora”. Se contrataron obreros de otros estados del país, humillando y discriminando a los de Sonora. La discriminación está prohibida, como impedir el acceso a un trabajo legal, debiéndose obligar a Larrea a dar el trabajo a los mineros de Cananea, por tener derechos preferentes ante cualquier otro, o cancelarle la concesión minera.
Así, la mina de Cananea, histórica por la huelga de 1906 y precursora de la Revolución Mexicana, Larrea la convierte en un circo de sus privilegios: explotar la riqueza mineral de Sonora, pero excluir y discriminar a su población y trabajadores. A la vez, en 2011, Larrea y el líder que él seleccionó de la CTM, bajan el salario integral diario, de $450 pesos que tenía pactado el Sindicato Minero en 2007, a $150 pesos con la CTM; las prestaciones igual, además cancelan los servicios médico y hospitalario. El líder sindical espurio, Javier Villarreal, no tuvo que luchar para lograr el CCT, solo estiró la mano para recibirlo bajo criterios patronales, como pactar en el CCT que la empresa a su gusto contrate los outsourcing, sin la intervención de la CTM; aplicar contratos a prueba de 30 días, antes que la reforma del PAN – PRI de noviembre de 2012, etc.
Concluida ilegalmente la huelga de Cananea, y despedidos, los mineros quedaron sin acceso a la justicia en México, por lo que el 5 de enero de 2012 acudieron a la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) a solicitar justicia y cumplimiento del respeto a los derechos humanos de 832 mineros y sus familias, en el expediente 5-P-12. Para 2017, la CIDH pidió un informe al Estado mexicano, que entregó con una serie de falsedades, meras afirmaciones sin pruebas, como decir que el Sindicato Minero no había agotado las instancias jurisdiccionales del país. La respuesta del Sindicato Minero fue acreditar con pruebas la falsedad de esa afirmación del Estado mexicano.
A la vez, también en 2017, el Estado mexicano se negó a un diálogo amistoso o conciliatorio para buscar una solución del conflicto de Cananea. Con Peña Nieto siguió el mando de Germán Larrea. Los tres gobiernos se subordinaron a los oligarcas nacionales y extranjeros, que avanzaron como nunca en organización y en el control de la economía del país.
Germán Larrea es un experto en violar derechos ajenos, nadie como él, en Pasta de Conchos, Charcas, Ríos Sonora y Bacanuchi, la costa de Guaymas, las tres huelgas sin solución por su capricho, las pésimas instalaciones del ferrocarril, etc.; con los mismos méritos que Alberto Bailleres, no le ofrecieron la medalla “Belisario Domínguez”.
El oligarca Larrea nunca se deja ver en México, menos en sus minas y demás propiedades en todo el país. ¿Algún trabajador lo conoce? Pero sus órdenes son puntualmente cumplidas, como con el personaje de la novela “Pedro Páramo”, de Juan Rulfo, que todo lo resuelve a través de su mando, mediante sus empleados de confianza, autoridades, abogados, líderes sindicales, de partidos, técnicos y demás. Viene a México por sus enormes ganancias, pero es ajeno a los intereses y derechos del pueblo y la nación. “El capital no tiene patria”, dijo uno de los oligarcas.
En los 13 años que llevan las 3 huelgas los mineros han luchado hombro con hombro, con profunda unidad e identidad con su líder, soportando diversas y viles agresiones patronales y de autoridades simuladoras de legalidad. No obstante, los tiempos cambian y mejoran con el gobierno de AMLO y la 4T, aunque no con la velocidad y eficacia que esperan los trabajadores. Saben, sin embargo, que sus demandas son justas y la razón les asiste. No descuidan nunca la unidad interna, como lo precisó en la asamblea de Cananea su líder nacional y senador, Napoleón Gómez Urrutia: ¡Paciencia compañeros que el final del túnel está cerca! ¡Y el triunfo y la justicia son nuestros!
*Abogado, miembro de la Asociación Nacional de Abogados Democráticos y la Asociación Latinoamericana de Abogados Laboralistas.