Era lo esperado. Uno de los partidos que mayor pasión provoca en el futbol mexicano, como un cruz azul contra Pumas, no vivió el ambiente lleno de fiesta al que tanto está acostumbrado. El aforo permitido fue del 100%, no hubo ningún tipo de restricciones en ese aspecto, sin embargo, los aficionados de ambos equipos decidieron alejarse y cuidarse por partida doble.
Primero en cuanto a su propia seguridad. Los hechos violentos que ocurrieron en Querétaro asustó a varios y mejor decidieron quedarse en casa. El segundo fue su bolsillo. Los precios para el juego entre La Máquina y el conjunto felino, sin ambos estar en su mejor momento, aumentaron más de nueve veces a comparación de partidos pasados.
Por ejemplo, el boleto más barato para el encuentro ante Puebla, es decir la zona más alta del recinto, fue de 50 pesos. Ayer en la misma zona estaba en aproximadamente 450 pesos. La afición de ambos equipos explotaron días antes en redes sociales por el alto costo, algo que sin duda también afectó.
Las gradas estuvieron prácticamente vacías. Parecía cualquier otro cotejo, con un rival menos importante y no uno que tanto ha luchado por considerarse un clásico. Algunos tambores, trompetas y cánticos se escucharon en la zona cementera, mientras que en la de los visitantes estuvo completamente desolada, sin ningún Goya, algunos aparecieron con un grupo de aproximadamente 25 aficionados auriazules, pero la mayoría se quedaron en Ciudad Universitaria.
Del lado cementero hubo poca fiesta. Las barras locales llegaron dispersas y no juntaron mucho aforo. Lo más relevante fueron dos escenas. Una aficionada llevó una pancarta con un fuerte mensaje. «A la cancha se viene a alentar», pudo leerse. El otro fue de una niña. «El futbol es alegría y no delincuencia», lo cual nunca debe olvidarse en ningún estadio de México.