Por: Eber Sosa Beltrán
Maestro en Psicología Clínica, activista social interesado en el género, el medio ambiente y los derechos humanos.
La argumentación es un excelente mecanismo persuasivo que permite al público conocedor convencerse de nuevas ideas acerca del mundo y de lo que resulta más apropiado llevar a cabo en cada situación.
Partimos del hecho generalizado de que cada individuo tiene libre voluntad y que este principio es absoluto, que su capacidad de discernir lo conduce hacia la verdad y que aquello que interfiera en el proceso necesita ser corregido, para evitar caer en la angustiosa equivocación.
Existe una lógica que se coloca en un orden primordial, como un reloj de precisión única que organiza en secuencias los momentos y consensos que sostienen nuestra existencia.
De esta manera es como se comprende lo cotidiano, los horarios y calendarios se sincronizan, las tareas diarias, y también es necesario decirlo nuestra propia experiencia.
Pues es en esta donde se define el constante ajuste a la vida convencional, donde salir de cualquier parámetro se interpreta como una alteración y esta definición estandarizada si bien no es necesariamente equívoca es posiblemente incompleta. Una suerte de curiosidad y capacidad de asombro tendría la pretensión de colocarnos en un universo de interrogantes y variables explicativas, es entonces cuando la realidad unívoca cede su lugar a la conceptualización de las realidades múltiples, y aquello que se concebía como un error es el comienzo de una búsqueda hacia un nuevo significado. Esto no necesariamente implica una cancelación de nuestros planes o de todo aquello que sostiene el orden de las cosas pero permite imaginar posibilidades y quizá en algún momento crear juntos nuevas oportunidades.