OAXACA: UN GRITO QUE SE OYÓ EN MEDIO DE LA NOCHE
El pasado domingo 19 de mayo en Nochixtlán, Oaxaca el grupo magisterial de la sección 22 de la CNTE sostuvo un enfrentamiento con las fuerzas del Estado, entre los diversos relatos manejados por medios de comunicación nacionales e internacionales y redes sociales se anunciaban las escenas que tenían como finalidad disolver la organización y recuperar espacios que se encontraban “secuestrados” por los maestros. Haciendo uso de la fuerza pública desde los diferentes niveles de poder, cuerpos policiacos irrumpieron contra los manifestantes que en sus filas se encontraban maestros, padres de familia y simpatizantes; aunque la agresión no distinguió a éstos de la sociedad civil y arremetió contra todos.
La reflexión a partir de estos hechos y que aquí abordamos corre en torno a lo legal y lo legítimo, es evidente que el así llamado “estado de derecho” corresponde a un secuestro del mismo; la autoridad actúa en consecuencia de lo que concibe y ha legalizado a pesar de la oposición de la mayoría.
Si validar legalmente las iniciativas de ley que se proponen y actuar en condescendencia para salvaguardar la decisión tomada se considera proteger el “estado de derecho”, entonces el punto central del discurso del poder en México ha sobrepasado la falacia de la democracia imponiendo una dictadura que viola, vulnera y contradice la constitucionalidad que le ha otorgado el mismo poder y le ha respaldado a través de fueros que les convierten en intocables.
La Constitución de los Estados Unidos Mexicanos declara en sus primeras líneas que la Soberanía de la Nación reside en el Pueblo, que es éste quien tiene el poder para decidir sus propios escenarios políticos y construir su forma de gobierno; que es el pueblo a quien se le debe rendir cuentas y que es el mismo pueblo el que debe asumir los costos políticos, históricos, éticos y sociales.
En una forma de gobierno llamada democracia que a lo largo de tres décadas el discurso oficial ha insistido en una plena vivencia en el territorio nacional y que pareciera que la masa popular lo ha aceptado de manera automática y con muy poca consciencia histórico-social; es menester preguntar y poner en duda su existencia de ésta (la democracia). Hoy se hace necesaria la pregunta si Oaxaca, Pemex, Ayotzinapa, Michoacán, el estado y sus contubernios con el narco, la inseguridad, la protección a los criminales, la criminalización de los inocentes, la casa blanca y la empresa Monex y muchas otras “comas” que se hacen interminables, no se posicionan como evidencia contundente de esa crisis de la razón histórica para poder sepultar esa mentira construida desde el poder para legitimarse.
¿Dónde nace la norma? ¿Dónde surge el Derecho? ¿En quién reside el poder para avalar una ley? ¿Cuál es la diferencia entre lo legal y lo legítimo? Oaxaca es hoy quien contesta a estas preguntas incómodas, hoy se ha convertido en un escenario de discusión político en donde –pareciera- no importan los muertos y heridos, sino poder dar las cifras más precisas y emitir las opiniones que generen más identificación para poder controlar la opinión pública. Oaxaca es observado políticamente desde todos los ángulos y desde todas las posturas, la postura oficial para tratar de encubrir y manipular su decisión; la oposición para poder ganar adeptos que se reflejen en las contiendas siguientes. Hoy es el magisterio quien –en defensa de sus derechos- ha escrito y recalcado con sangre aquellas letras que aparecen en esas primeras líneas de la ya mencionada constitución.
Si la intención del poder es su legitimidad y si todo esto se está moviendo en apego a derecho: ¿No sería lo más ideal –y sano- llevar un proceso LEGAL de los “maestros delincuentes” en lugar de realizar acciones genocidas contra ellos y la sociedad civil? ¿No sería más legítimo haber hecho una consulta nacional o plebiscito para avalar las reformas que se supone son en “bien de la sociedad”? ¿Adónde llevarán las decisiones políticas para defender lo que legalmente ya han prescrito y lo que legítimamente no es respaldado?
“El domingo al caer la noche cortaron la luz, como si eso apagara la esperanza; ellos se atrincheraron para hacerse más fuertes y caminaron la noche, como caminan aquellos que viven, que esperan, que resisten…”
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El gobierno tiene poder porque el pueblo se lo da. Cada elección de gobernantes es lo mismo, ante el temor de que los nuevos partidos politicos o los nuevos candidatos no sepan gobernar, se sigue votando por los mismos tres partidos que ya hasta se han puesto de acuerdo para aprobar reformas muy cuestionables en tiempo record. El pueblo ya sabe la manera de actuar de estos politicos, pero le tiene más miedo a un nuevo gobierno porque no sabe como les va a ir si todo cambia.
Muy buen artículo, gracias por darnos periodismo de verdad y verdadero Pascual, justo lo que la sociedad necesita leer en estos momentos!