#Biósfera LA DEFENSA DE LA SOBERANÍA Y LOS RETOS DE HOY

Por: Manuel De la Torre Rivera*

La lucha por la soberanía popular y nacional de nuestro pueblotiene profundas raíces en las insurrecciones populares del siglo XVIII en tiempos de la colonia, que se expresan claramente en las luchas de independencia con Hidalgo y Morelos, en las luchas contra la intervención francesa y el imperio de Maximiliano con Juárez, en el siglo XIX y finalmente con la Revolución Mexicana de principios del siglo XX con los Flores Magón, Madero, Zapata y Francisco Villa, por mencionar a algunos de sus principales líderes, que culmina con la firma de la Constitución de 1917 que recoge en sus artículos 1, 23, 27 y 39, los principales elementos para la defensa de la soberanía.

El siglo XX se representa un contraste, entre lo que ocurre en el segundo cuarto de siglo con lo que ocurre el último cuarto, ya que en el segundo se observa el crecimiento de la organización popular y de las luchas sindicales que desembocan en el proceso de expropiación de la industria petrolera contra las poderosas empresas de capital monopolista trasnacional, con el amplio apoyo sindical y popular para la decisión soberana del general Lázaro Cárdenas del Río. Decisión en la que el pueblo y los trabajadores organizados se convierten en el sostén que hacen posible la pervivencia del proceso. En contraste con el último cuarto de siglo en que la lucha popular ya había sido mediatizada por la “charrificación” de los sindicatos que favoreció la inmovilización popular y el avance de la política neoliberal impulsada por el capital monopolista trasnacional con la intención de revertir dos siglos de luchas populares.

En México a finales del siglo XX y principios del siglo XXI, las luchas democráticas populares trataron de impulsar a la presidencia primero a Cuauhtémoc Cárdenas en 1988 y luego en 2006 y 2012 a Andrés Manuel López Obrador (AMLO), venciendo en todos los casos la maquinaria electoral oficial “bien aceitada” para el fraude electoral, hasta que finalmente en el 2018, el pueblo logró imponer la candidatura de AMLO. Declarando este el inicio de la Cuarta Transformación. (Después de la Independencia, la Reforma y la Revolución de 1910).

Con la llegada de Claudia Sheinbaum primera mujer presidenta de México, se inicia el Segundo Piso de la Cuarta Transformación que inició AMLO, en un escenario internacional deteriorado por las guerras imperialistas de Ucrania, Gaza y Siria entre otras de menor resonancia y también por la llegada de Trump a la presidencia de E.U.A., quien anticipa una inestable vecindad, que desde luego la presidenta de México se apresta a defender con dignidad de país soberano, actitud que se deberá apuntalar una vez más con la movilización popular como en otras épocas de nuestra historia, para lo cual será bueno tener presentes los conceptos y advertencias del luchador social Alonso Aguilar Monteverde que en su libro La Defensa de Nuestra Soberanía Nacional y Popular [1] nos dice lo siguiente:

«Un precepto jurídico, por importante que sea, no basta para que cobre vida en la práctica. La soberanía nacional, se reitera a menudo, reside en el pueblo. Esto ayuda a entender lo que significa ser realmente soberano. La soberanía no es un concepto abstracto, no existe el al margen o por encima del pueblo. Este es su titular y el único que puede ejercerla. Más no sólo porque así lo disponen las leyes sino porque tenga realmente la posibilidad de hacerla valer.

«Un pueblo endeudado, sujeto a las arbitrarias e injustas exigencias de sus acreedores y al que desde fuera se le imponen condiciones leoninas e inaceptables sin importar los sacrificios que entrañan, no es soberano. La deuda externa no es sólo hoy asunto financiero que importe a los banqueros, una cuestión técnica o siquiera meramente económica, sino un problema de soberanía real, un problema político que lesiona nuestra soberanía, merma nuestros recursos, impide utilizarlos como más nos conviene y nos obliga a aceptar una política y aun una estrategia de desarrollo contraria a nuestros mejores intereses.

«Un pueblo que no sabe leer ni escribir o que no es capaz de pensar por mismo, no es soberano. De ahí la importancia de la soberanía cultural, de la capacidad para rescatar los valores fundamentales de la cultura popular y para hacerlos valer en la lucha por preservar la identidad nacional.

«Un pueblo que carece de independencia económica y que no puede utilizar sus riquezas en beneficio propio, no es soberano; y por ello la relación indisoluble entre la soberanía e independencia económica. Pensar que un país puede hoy ser soberano sin ser económicamente independiente es conformarse con un precepto formal y no entender que dicha independencia es la condición para el ejercicio real de la soberanía.

«Un pueblo desorganizado, disperso, que no disfruta de libertad y no ejerce realmente el poder político, tampoco es soberano. Sin democracia, en particular, no hay soberanía.

«Entender todas esas relaciones es necesario, no sólo porque en ellas se expresan contradicciones no fáciles de resolver, sino porque muestran la compleja trabazón de la soberanía con otros elementos. Y aquí es donde se aprecia que el principio de la soberanía y la posibilidad de ejercerla están ligados a la independencia económica y cultural, a la independencia política y social e incluso a la paz y la amistad entre los pueblos.

«Este es, pues, el alcance de la soberanía, la complejidad de su ejercicio, la importancia de comprender que es en el ámbito de la lucha política en donde, en verdad, se dirime la significación real de ese principio y donde es preciso demostrar la capacidad práctica para hacerlo valer no simplemente para creer en su vigencia porque una ley de alto rango lo asegura.

«Una vez más, en este siglo XXI, nuestro pueblo debecobrar conciencia de la necesidad de organizarse para defender su soberanía.»

Salamanca; Gto. 09 de febrero del 2025.

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* Miembro del Frente Regional Ciudadano en Defensa de la Soberanía, en Salamanca.

[2] La Defensa de Nuestra Soberanía Nacional y Popular, Alonso Aguilar Monteverde, Editorial Nuestro Tiempo, S.A. 2002, págs. 16-19.

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