El Clásico Joven más adulto de todos los tiempos defraudó de forma colosal. La Máquina fue detenida por el villano de siempre, pero las Águilas tampoco volaron alto en el estadio Azteca.
Ni las 13 victorias consecutivas de Cruz Azul, ni los ocho triunfos en fila de las Águilas pudieron cumplirse. Todas las marcas que estaban en juego fueron destruidas, pero ningún bando pudo festejarlo en un partido para el olvido.
Sólo dos polémicos penaltis fueron los que adornaron el partido, pero todo quedó muy lejos de la expectativa. 1-1 final.
El partido más esperado del torneo, uno de los más llamativos en la historia del futbol mexicano y con los equipos más enrachados en una misma cancha. Para muchos una final adelantada. Todo se juntó en el Coloso de Santa Úrsula.
El liderato, los tres puntos, el orgullo y muchas marcas. Un Clásico Joven muy adulto, de mucho lujo y demasiado talento. Todos esos detalles quedaron en la anécdota.
América tuvo distintas ausencias. El cotejo de Concachampions a media semana causó estragos y no pudieron estar Henry Martín, Nicolás Benedetti y Sebastián Córdova. Cruz Azul no tuvo a su defensa Pablo Aguilar ni al mismo estratega Juan Reynoso.
El show empezó, pero estuvo muy lejano a las altas expectativas. Las Águilas tomaron el balón de inmediato y quisieron herir al cuadro cementero, pero fueron muy imprecisas.
El ritmo del partido fue intenso. Con un pensamiento en neutralizar al rival, que en construir, esa fue la tónica en el primer lapso.
La mejor ofensiva y la defensiva más sólida chocaron. Por eso hubo un pobre espectáculo.
El recinto de nuevo estuvo vacío. El famoso «Vamos América» y el pasional «Yo soy celeste» no se lograron escuchar y sólo estuvieron en la imaginación. Quizá por eso no hubo un gran ánimo en los jugadores, con todo y que ya deberían de estar acostumbrados al silencio.
Azulcremas y Cementeros arriesgaron poco, el guión no cambió, mucho pelotazo y poca generación. Demasiado respeto y escaso futbol.