A partir de las proyecciones del Consejo Nacional de Población, para el año 2050 32.4 millones de habitantes en México serán personas mayores (21.5 por ciento de la población total). De no tomar medidas hoy, ese segmento quedará con menores posibilidades de contar con seguridad social y económica, afirmó Isalia Nava, del Instituto de Investigaciones Económicas (IIEc) de la UNAM.
Según cifras de 2014, alrededor del 35 por ciento de esa población vivía en pobreza moderada, y casi nueve por ciento en pobreza extrema; es decir, 43.7 por ciento de la gente de 60 años estaba en esa condición. De continuar así, “en algunos años tendremos un país de viejos, enfermos y en mayor pobreza”, añadió.
En el marco del Día Nacional del Adulto Mayor, que se conmemora este lunes 28 de agosto, la experta resaltó que las tendencias hacia la informalidad y la formalidad precaria disminuyen las posibilidades de los esquemas de capitalización individual y se anticipa que las pensiones resultantes serán insuficientes.
Si revisamos las condiciones actuales de las personas en edades avanzadas, encontramos una serie de deficiencias, como que muchas de ellas no tienen seguridad económica, y el panorama para las siguientes décadas es desalentador, en términos de una mayor desprotección, alertó.
En México, a partir de la encuesta intercensal se identificó que en 2015 había 119.5 millones de personas; 10.4 por ciento correspondía a las mayores de 60 años (12.4 millones). Para 2050, con la estimación de 21.5 por ciento, habrá un aumento en términos absolutos y porcentuales, fenómeno que define el proceso de envejecimiento en el país.
Isalia Nava subrayó que se debe considerar la rapidez del fenómeno. En México la cifra se elevó en sólo cuatro décadas, a comparación de Europa, en donde tardaron dos siglos, y eso implica que no tendremos tiempo suficiente para prepararnos y enfrentar los retos para que esa población satisfaga sus necesidades básicas de alimentación, vivienda, salud y cuidados.
Lo ideal sería que al llegar a esa edad se tenga una pensión que permita cubrir esas necesidades; sin embargo, en 2013 sólo 26 por ciento de los individuos de 60 años y más años tenía una pensión contributiva.
Aún más grave es la diferencia por sexo: 35 por ciento de varones y 18.5 por ciento de mujeres cuentan con esa protección, y más de la mitad de ellas tiene pensión por condición de viudez, no porque hubieran participado en una actividad laboral.
Ante la situación, ese segmento debe buscar otras fuentes de ingreso, que provienen generalmente de la participación en la actividad económica. “Tienen que seguir trabajando porque no cuentan con ninguna garantía de ingreso”, resaltó la universitaria.
La mitad de la población de hombres en esas edades participa en una actividad económica; entre las mujeres el porcentaje es de apenas 19.6 por ciento. No obstante, más del 70 por ciento está en la informalidad y predominan las labores que están en desprotección social, como las agropecuarias, en localidades rurales, y de servicio, en el caso de los varones, y las de servicio y comercio, para ellas.
Otra fuente de recursos son los apoyos que otorga el gobierno, pero los montos tienden a ser muy bajos, por lo que tampoco representan un mecanismo de protección. A ello se suma el soporte que viene de la familia, “pero no siempre hay garantía de recibirlo”.
Es necesario que la población que aún no alcanza la tercera edad ponga más cuidado en su salud para llegar a los 60 años en condiciones óptimas y prevenir enfermedades como las crónico-degenerativas; de otro modo, lo que “nos espera son más años de vida, pero en malas condiciones”, apuntó.
En la parte económica, se requieren medidas y acciones de gobierno, como la revisión del sistema de pensiones y una reforma a la seguridad social, medidas que permitan proteger a esa población.
Hay que pensar en mecanismos que refuercen el ahorro de quienes sí contribuyen a la seguridad social. Una medida podría enfocarse al aumento de los salarios, “pero también hay que pensar en reestructuraciones que nos lleven a tener una sociedad más productiva”.
En el presente la gente cuenta con pocos ahorros y se espera que en el futuro sea menor. Entre las generaciones recientes está el antecedente de un patrimonio, casa o terreno, que contribuye al bienestar de las familias, pero en las generaciones actuales y por venir esa posibilidad se reducirá, al tiempo que aumentarán los problemas de salud. “Debemos atender con celeridad los desafíos del envejecimiento demográfico”, concluyó.