ETERNA JORNADA

Trabajo asalariado

Por: Alfonso Díaz Rey

Desde que surgió la explotación del trabajo asalariado existe la lucha por obtener mejores condiciones de trabajo y remuneraciones que correspondan a la cantidad de riqueza creada mediante ese trabajo, de modo que los trabajadores puedan vivir dignamente.

Después del triunfo de la Revolución de Octubre en Rusia y la formación del primer Estado socialista, en 1917, cobraron cierto auge en el mundo las luchas obreras, lo que obligó a los países capitalistas a realizar ciertas concesiones a los trabajadores en materia de salarios y prestaciones sociales.

Ante el surgimiento del campo socialista en Europa oriental, al final de la Segunda Guerra Mundial, el triunfo de la revolución en China (1949), la irrupción de movimientos y luchas de liberación nacional en diversas partes del planeta y el ascenso de las luchas obreras, esas concesiones se convirtieron en política de Estado en los países capitalistas y sus zonas de influencia.

La finalidad de tal política fue la de presentar un «lado bueno» del capitalismo y de ese modo neutralizar y desincentivar al movimiento obrero y mediante un Estado en apariencia neutral, conciliador y paternalista, del que nunca estuvo ausente la represión como solución final, cooptar o desmembrar a los sindicatos para mantener el control sobre los trabajadores y asegurar las ganancias de los capitalistas.

Sin embargo, nuevamente apareció la crisis y como lo esencial en este sistema es mantener e incrementar las ganancias del capital, en los primeros años de la década de los setenta del pasado siglo comenzaron a impulsarse e imponerse una serie de medidas y políticas económicas que derivaron en efectos adversos a los trabajadores y benéficos para el capital, principalmente al monopólico (industrial y financiero).

Esa política económica, que conocemos como neoliberalismo, que en Nuestra América tuvo su campo experimental en Chile, tras el golpe militar de Augusto Pinochet, cobró fuerza después de la desaparición de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas y la caída del campo socialista en Europa del este; se impuso como un dogma y su aplicación desintegró la economía de muchos países, entre ellos el nuestro.

Para que el neoliberalismo se mantenga es condición esencial que el Estado y los capitalistas ejerzan un rígido control sobre los trabajadores y los mantengan mediatizados y ocupados solamente en buscar cómo sobrevivir, pero únicamente mediante el sometimiento a más explotación.

En este contexto el control del nivel de los salarios juega un papel muy importante; se refuerza con el dominio ideológico que se ejerce principalmente a través del sistema de educación y los medios de difusión. Si algo de lo anterior no fuera suficiente, existe una vasta y creciente legislación desfavorable y, en última instancia (que en no pocas ocasiones es utilizada como primera opción), la represión.

Así, el férreo control que a través del Estado ejerce el grupo en el poder sobre los trabajadores y la falta de organización para defender sus intereses, contribuyen al agravamiento de las ya precarias condiciones de vida de la inmensa mayoría de los que tienen que trabajar para vivir.

Históricamente está demostrado que en el capitalismo la única opción de los trabajadores es la de vivir siempre explotados. Cuando logran algún raquítico incremento salarial lo absorbe y rebasa, si no lo ha hecho antes, el aumento de los precios de los bienes y servicios esenciales para su existencia y el incremento de impuestos.

Por ello la lucha de los trabajadores debe superar el estrecho margen de la lucha sindical y ampliar su objetivo para erradicar la explotación. Ello solamente podrá darse construyendo, desde abajo, una nueva sociedad, una en la que la justicia, la cooperación, la equidad, la solidaridad y la democracia participativa sean sus pilares.

Lograr un cambio de tal naturaleza requiere de un esfuerzo que aglutine a quienes tengan una manera honesta de ganarse la vida en los más amplios estratos sociales y así, a través de la unidad nacional, construir una nueva patria libre y soberana.

Salamanca, Guanajuato, 21 de febrero de 2018

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