Por Iván Juárez Popoca.
LLEGÓ UNA «MARIPOSA NEGRA» a mi cuarto…¿cómo se llaman?…polillas, creo. Antes me producían repulsión y procuraba matarlas o, al menos, sacarlas fuera…últimamente, no sé exactamente por qué, me estoy haciendo más sensible y empático con los animales, incluyendo los insectos…la dejé tranquila, y después de varios días se convirtió en una compañía para mi…ayer no vino por la noche…me preocupó….hoy la encontré muerta en el piso de la entrada…cumplió su ciclo…la levanté con cuidado y la deposité entre las plantas del jardín.
He comprendido que todos los seres tienen derecho a existir y que forman parte de un orden universal. Además, en la medida que aprendamos a respetar y hasta a querer a los animales, aprenderemos a querernos a nosotros mismos, a aceptarnos tal como somos, con nuestras virtudes y nuestros defectos: con el brillo de la luciérnaga y el veneno del alacrán.
Creo que las personas que aman a los animales son muy conscientes del valor de la vida. Claro que existen excepciones: allí tenemos el caso de Hitler, quién era vegetariano y amaba a sus perros, mientras que no le importaba masacrar a pueblos enteros. También hay gente que es capaz de gastar un dineral con un veterinario y no tienen la voluntad de ayudar a un ser humano en necesidad. Sin embargo, la mayoría de los «animalistas” que he conocido tienen una actitud humanista, saben que la salvación del reino animal, de la cual formamos parte, es una condición indispensable para que el planeta Tierra sobreviva. Por ello me parece loable la labor de HUAMAT en Salamanca: un grupo cuya labor fundamental es proteger a los animales, aunque realizan distintas labores en pro de la cultura. El grupo está encabezado por Maura Alicia Vázquez, Claudia Itzel Villanueva y María Armenta. Ojalá su organización vaya creciendo y puedan rescatar a muchas mascotas que son maltratadas o darle cobijo a tantos seres sin hogar que vagan por las calles de nuestra ciudad.
Dicen que la calidad de una sociedad se mide por la manera en que trata a los animales. Y efectivamente, la calidad de nuestro país, actualmente, deja mucho que desear: en la medida en que nos vayamos volviendo más solidarios con la otredad, con los demás, seremos mejores.