POR: MC JUAN MANUEL PASCUAL ALARCÓN SÁNCHEZ
En todas las religiones existen condenas y esas condenas están destinadas para los que por alguna razón no han cumplido el mandato divino, ya sea porque no fueron adoctrinados, ya sea porque los condenó la propia doctrina…
A propósito del decreto para permitir el MATRIMONIO IGUALITARIO y la Adopción de parejas homoparentales es necesario emitir algunas reflexiones sobre el comportamiento de grupos ultraconservadores que se mueven en contextos religiosos –la gran mayoría cristianos- y que han incursionado en las esferas y élites políticas para contrarrestar la decisión y la iniciativa, afín de preservar las “buenas costumbres” en un estado que por su historia pareciese que aún incurre en la privación del Laicismo.
El discurso principal de éstos se mueve en dos vertientes: el primero encaminado a una cuestión biológica-natural (que no es asunto de este artículo) y el segundo manifiesto en el apego a la Sagrada Escritura, que desde una corriente fundamentalista desconoce toda posibilidad de exégesis (interpretación) y adecuación a los contextos históricos tanto del propio texto sagrado, así como de la realidad social; es por ende, que a partir de la consolidación hegemónica de la Iglesia Católica en el Imperio Romano y en tiempos de Constantino, la historia de la humanidad perteneciente a esta religión y para efecto de mantener el dominio del sector beneficiado por la estructura; ha utilizado estas mismas escrituras como principal elemento de adoctrinamiento y control persuasivo manifestado en un código moral de comportamiento y de dirección de la conducta.
En base a este discurso rescatemos tres cosas para su desmitificación en torno a la postura de la condena del Matrimonio Igualitario y de los sujetos de éste:
1.- La palabra Homosexual es una palabra muy moderna que surge en el siglo XIX, insertarla en los Textos Sagrados con la intencionalidad de sostener una postura sobre los mismos descontextualizó el mismo texto. Se construyeron falacias en el proceso interpretativo y se colonizó la acepción para su generalidad que en consecuencia: divide, separa, rechaza y discrimina a los que viven esa condición de vida.
2.- Cuando la Biblia –los libros- se posicionan y emiten juicios sobre sexualidad; es importante distinguir que no es posible asumirla de FACTO, que las palabras tienen un contexto y el contexto le imprime cierta significación para abordarse y se convierta en algo más objetado; se tendría que aludir hermenéuticamente a la cultura greco-romana que establece una comprensión cultural de la sexualidad desde una ideología masculina, heteronormativo y patriarcal, que implicaba una gama de relaciones y estatus sociales.
3.- La construcción del lenguaje se da a partir de la propia experiencia significativa del vínculo hombre-sociedad-contexto, la facultad que el ser humano tiene de nombrar conlleva la misma intencionalidad de su experiencia con lo que nombra; si se asume a la Biblia como una totalidad e integración de condenas y normatividades en espera de algo deseado, se incurre en la alienación del hombre y en la separación del principio rector de la misma Escritura: la relación con Dios y lo trascendente.
Es necesario volver a la etimología de la Religión: Re-ligare (volver a ligar, relación con lo Divino), todo ser humano tiene la libertad de su relación con lo trascendente, sin importar la condición antropológica. “LEER LA BIBLIA CON OTROS OJOS” es permitir esta posibilidad de relación a todos los sectores y todos sus creyentes. Mientras se generen juicios FUNDAMENTALISTAS para la desacreditación del otro, también se tendrá como resultado una lucha incesante entre los “elegidos y los condenados”.
En una sociedad fragmentada, la perspectiva teológica requiere cuidar que la Palabra de Dios no sea suplantada por la Palabra del Hombre y que la palabra del hombre no se convierta en Palabra de Dios.
Contacto: [email protected]