Presentación
Con esta entrega inicia una columna en la que un grupo de compañer@s del Frente Regional Ciudadano en Defensa de la Soberanía (FRCDS) nos proponemos tratar temas relacionados con los trabajadores.
Es común que cuando se habla del trabajo se vea como algo abstracto, separado del ser humano, y no como el proceso o la actividad mediante la cual lleva a cabo la producción social de su vida.
Los seres humanos deben producir lo que necesitan para vivir. Y como somos seres sociales, la producción, por tanto, también tiene carácter social.
En ese proceso de producción social de su vida, entre los seres humanos se establecen relaciones que son independientes de su voluntad y caracterizan un modo de producción determinado, el que influye, a su vez, en el desarrollo de la vida social, política, económica, cultural y espiritual de la sociedad.
En la historia de la humanidad, las relaciones de producción existentes en un momento dado constituyeron la base a partir de la cual se erigieron las instituciones jurídicas, políticas y religiosas que determinaron, en su tiempo, las formas de organización y de conciencia social.
También, las relaciones de producción han correspondido siempre al grado de desarrollo de sus fuerzas productivas materiales; cuando estas últimas alcanzan un determinado grado de desarrollo, entran en contradicción con las relaciones de producción existentes, con las formas de propiedad, que en esa etapa se convierten en obstáculos a un mayor desarrollo.
En nuestro país, y en el mundo, las relaciones de producción dominantes son las capitalistas. En este sistema la producción, la riqueza, la realiza la sociedad entera y la apropiación de esa riqueza es privada; una muy pequeña parte de la sociedad se queda con ella.
Esa situación constituye una contradicción de primer orden, ya que la parte de la sociedad que se apropia de la riqueza cada vez es proporcionalmente menor, con más poder y riqueza, y el resto, cada vez es mayor en número y en carencias.
Pues bien, la intención de esta nueva columna es, mediante reflexiones de carácter histórico, político, económico, sectorial y cultural, compartir con los lectores una visión, a menudo ocultada o escasamente difundida por los grandes medios de comunicación, de las contradicciones y problemas que enfrenta esa parte mayoritaria de la sociedad, la que tiene que trabajar para sobrevivir.
El nombre de la columna se relaciona con la actividad que desde su conversión en homo sapiens el ser humano ha tenido que realizar para asegurar su supervivencia. Esperamos que para alguien resulte atractiva y de alguna utilidad;
de ser así, y si se pudiera establecer algún tipo de comunicación con los lectores, nos daríamos por satisfechos.
FRCDS
ANTE LA EMBESTIDA NEOLIBERAL EN CONTRA DE LOS TRABAJADORES: UNIDAD DE LA CLASE OBRERA
(Primera parte)
Por Alberto Reyna García
Introducción
En este tiempo la unidad sindical es un aspecto medular en el movimiento obrero de México, es un factor fundamental para conquistar los objetivos de la clase obrera y en todas las circunstancias es una tarea de primer orden.
La organización sindical en México, como en todos los países del mundo, es el resultado del desarrollo de la economía y particularmente del desarrollo de la industria, así el movimiento obrero de nuestro país como el de todas las regiones del mundo, ha pasado por diversas etapas, como también sus luchas.
Aun cuando es un esquema de los procesos de organización y lucha de la clase obrera mexicana, no es posible señalar todos los hechos de importancia ocurridos a finales del siglo XIX y a lo largo del XX, desde la creación de la primera central sindical nacional se puede decir, no obstante, que las características principales de tal desarrollo -de acuerdo a las formas de la lucha de clases utilizadas frente a la clase dominante-, son las siguientes:
Ø La que se dio en base a ligas de resistencia, la etapa de organización sindical influida por las ideas anarquistasi.
Ø La etapa en que estuvo bajo la dirección del primer secretario general de la Confederación de Trabajadores de México (CTM), quién aplicó los principios del sindicalismo revolucionario, etapa esta donde la mayoría de las huelgas fueron ganadas por los trabajadores.
Ø La etapa posterior a la Segunda Guerra Mundial en que se inició la división y sentó sus reales el reformismo, la corrupción, el oportunismo y el corporativismo al entonces partido de Estado (PRI).
Ø La etapa actual, en que sin haber solucionado estos problemas el sindicalismo enfrenta al neoliberalismo.
La primera etapa es la del nacimiento de las primeras organizaciones sindicales de finales del siglo XIX, cuya lucha se reducía a exigencias de carácter puramente económico en medio de una feroz represión.
La segunda, con la creación de la primera central sindical, la Confederación Regional de Obreros Mexicanos (CROM), la cual quedó constituida en 1918 y estaba influenciada por las tesis anarcosindicalistas. Era la época inicial de la Revolución Mexicana victoriosa. En aquel momento las fuerzas productivas del país eran débiles y la economía nacional entraba apenas en un periodo de reconstrucción; pasados los cinco dramáticos años de la lucha armada. La reforma
agraria comenzaba con titubeos, oscilando entre la tesis de dar la tierra a los peones agrícolas en pequeñas extensiones para que con su producto aumentaran su jornal, y la doctrina de que era necesario abolir para siempre el peonaje, transformando a las masas rurales en fuerzas de producción independientes (ejido).
La tercera etapa, con la fundación de la segunda gran central sindical, la CTM, en 1936, se mantuvo unida, militante y con clara ideología proletaria hasta los últimos años de la administración del presidente Ávila Camacho. Ese periodo correspondía ya al avance franco de las fuerzas productivas, con el surgimiento de la industria nacionalista, fruto de la reforma agraria impulsada como nunca por el presidente Lázaro Cárdenas. Las obras de irrigación, las carreteras modernas, la nacionalización del petróleo y de los ferrocarriles, la producción estatal de energía eléctrica, el crédito agrícola, el seguro social, la educación técnica y la ampliación de los servicios sanitarios, hicieron posible que la clase obrera unificada desempeñara un papel importantísimo, por primera vez, no sólo en la elevación del nivel de vida de las mayorías, sino también en el progreso económico independiente de México.
Los objetivos del Estado surgido de la Revolución Mexicana La Constitución de 1917 incorporó, en el artículo 27, el principio de la propiedad originaria de la Nación, que ciñe la propiedad privada a la categoría de concesión otorgada por el Estado, y lo faculta para dar a la misma propiedad en cualquier momento las modalidades que dicte el interés público. El Estado mexicano, en consecuencia, en su calidad de representación jurídica de la Nación, adquirió el carácter de titular de la propiedad originaria. Según la concepción liberal esta función en modo alguno compete a un Estado. Por eso, el nuestro rompió con un principio medular de la filosofía del liberalismo económico, que establece que la propiedad es un derecho congénito a la persona humana. Quebrantó el principio del derecho romano, de “usar, disfrutar y abusar” de la propiedad. Estableció el derecho de propiedad como un atributo del Estado. Y creó así las bases jurídicas para romper la dependencia económica.
i Anarquismo: Doctrina política y social que preconiza la completa libertad del individuo, la abolición del Estado y la supresión de la propiedad privada.