GUERRA POR EL AGUA EN VALLE DE GUADALUPE
Este título y subtitulo es de un artículo de el periódico La Jornada del pasado 12 de diciembre, debe hacernos reflexionar a los guanajuatenses lo que nos puede ocurrir si no se toman medidas precautorias que eviten o reduzcan las consecuencias de la sobreexplotación de los acuíferos, la selección de algunos párrafos debe permitir poner nuestras barbas a remojar:
Ejido El Porvenir, Ensenada, BC.
“Hay una guerra en Valle de Guadalupe. Es la guerra por el agua. Oculta tras el boom del glamoroso Napa Valley mexicano, grandes vitivinicultores y ejidatarios disputan, cada vez con más encono, el acceso al líquido vital.
La mesa está dispareja. No más de 18 productores de vino disponen de más de 50 por ciento de los recursos hídricos de la región, mientras las comunidades carecen de agua hasta para beber. Sedientos de justicia, desesperados, los campesinos que han labrado esas tierras por tres generaciones, y unos mil indígenas kuimai, que habitan este territorio desde hace al menos 4 mil años, amenazan con tomar otras medidas”.
En Guanajuato, el 80% de las extracciones de agua se destinan para la agricultura (Comisión Estatal de Aguas Gunajuato, 2007), Hoogesteger (2004), reconoce gran diversidad entre los usuarios agrícolas considerando sus formas de producción, régimen de propiedad y tecnología de riego y establece dos grandes grupos: los productores de semisubsistencia (o campesinos) y los grandes productores empresariales dedicados a la exportación. Identifica, además, tres tipos de modalidad en cuanto al acceso del agua subterránea: pozos privados, pozos comunales y pozos oficiales. Los pozos privados son controlados usualmente por los grandes agricultores comerciales, mientras que los agricultores de semisubsistencia tienen acceso a las otras dos modalidades.
También en Guanajuato se percibe que la mesa esta dispareja, pues si tomamos como muestra los entrevistados de los Consejos Técnicos de Aguas (COTAS) Salvatierra – La Cuevita, “… perciben con claridad que hay un problema de escasez de agua, elemento que aumenta la incertidumbre a la actividad agropecuaria, 40% afirma tener dificultades para la extracción de agua, ya que la bombean a una profundidad promedio de 180 metros, aunque algunos pozos alcanzan los 320 metros de profundidad lo que conlleva un mayor costo de energía eléctrica y muestra los elevados niveles de abatimiento…” 1
Si a estos hechos agregamos la angustiosa situación que están viviendo los guanajuatenses de la Cuenca de la Independencia en el noreste del estado en donde el agua extraída de los pozos ya no sirve para consumo humano, por el descuido durante décadas del proceso de sobreexplotación de su acuífero, sobre este particular veamos lo que dice el artículo de La Jornada:
“Aquí en El Porvenir –dice Marco Antonio Orozco, asesor de la Unión de Ejidos de la Zona Norte de Ensenada– no hay una sola gota de agua en las casas. Y los pobladores tienen meses batallando con el problema. Eso, a pesar de que en la ley de aguas nacionales hay una prelación de quienes tienen derecho al líquido, y los primeros son los asentamientos humanos. La primera que tiene derecho es la comunidad y es la que no tiene agua.
La cosa se está poniendo cada vez más grave, asegura Rafael Romo, presidente de la unión ejidal. ‘‘Aquí la gente se está agitando ya mucho. Cada vez me cuesta más trabajo estarlos calmando. Ayer me agarraron a mí y me comenzaron a reclamar furiosos. Tuve que decirles: yo no soy el del problema, yo soy el comisariado ejidal. No soy de la Cespe (Comisión Estatal de Servicios Públicos de Ensenada)”.
La indignación
“Los vinos del valle demandan mucha agua. Se elaboran con uvas que crecen no en terrenos de temporal, sino de riego, sobre la práctica de una agricultura del desierto. Pero, a pesar de ello, los grandes productores quieren crecer.
Los vitivinicultores –advierte Rafael Romo– quieren extender sus grandes ranchos con vid. Cada planta gasta 20 litros diarios para producir. Cada hectárea tiene alrededor de 6 mil. Ellos tienen decenas de hectáreas. Acaparan más de la mitad del agua. Y aquí el pueblo no tiene. Mucha gente tiene que comprar una pipa en 600 pesos. Un ejidatario sin agua, pues haga de cuenta que no es ejidatario.
La situación es dramática. Con paciencia explica: En mi rancho, hace cuatro años el agua estaba a 12 pies de profundidad; ahora se encuentra a 56, y se acaba. Antes el pozo podía trabajar 24 horas y yo cultivar cualquier cosa. Ahora ya no porque el líquido no alcanza.
La zona está afectada no sólo por la sobrexplotación de los mantos freáticos o porque no llueve, sino porque saquean la arena. “Se han robado –denuncia Graziano Sandoval– toda la de Tecate, Ensenada, Rosarito. La arena es un filtro y protege los mantos freáticos. Dos o tres empresas han depredado los arroyos. Se han llevado millones de toneladas para venderla al extranjero. Aunque la ley establece que sólo se puede extraer un metro lineal, ahora hay lugares que llevan hasta 10 de profundidad. El agua ya no se filtra, corre”.
Por si fuera poco. Los campesinos de Valle de Guadalupe sufren los efectos de un programa de desarrollo urbano y turístico para la zona, que –según ellos– los condena a la extinción.
“Con ese programa –ilustra Marco Antonio Orozco– le cambian la vocación a tierras que son eminentemente agrícolas y ponen que 70 por ciento de las zonas ejidales son de protección y conservación. El reglamento faculta a la autoridad a demoler casas. Tienen definido que deberán construir bardas de piedra frente a sus viviendas para que no se vean, y que deberán adornarlas con determinada vegetación. Los campesinos no pueden hacer más que un jardín botánico o ver sus tierras. Ya no pueden disponer de ellas. ¡Ni siquiera pueden subdividirlas!”
La mesa no está pareja, lamenta Rafael Romo. “Los vitivinicultores pusieron en ‘protección’ todo, pero sus ranchos los pusieron como ‘condicionados a desarrollo’. Los mejores suelos nomás para ellos. Y como tienen condicionado el desarrollo en sus tierras, pueden dedicarlas a muchas actividades. Hasta les cambian el uso del suelo si quieren. Pero los ejidatarios no. Ahí se ve el desbalance.”
Los campesinos alegan que no hace falta un nuevo ordenamiento. Ya tienen uno y es con el que han vivido y trabajado por años, de acuerdo con la Ley Agraria y desde que el presidente Lázaro Cárdenas les entregó los títulos en 1938.
Indignado, Ismael Orta Arroyo, presidente del comisariado ejidal de San Marcos, describe: “Estos amigos agarraron la Constitución como papel sanitario. Violentan el artículo 27. Todo el valle está bien molesto. El rancho en el que estoy era de mi abuelo, después de mi padre y ahora yo lo tengo. Somos ganaderos de abolengo. En cambio –señala refiriéndose a los vitivinicultores– la mayor parte de esa gente son extranjeros. No son nativos de Baja California. Nosotros nacimos en este valle”.
Y añade: “Todos son panistas, son azules. Se aprovecharon de que tenían a Calderón y a Fox. Se adueñaron de todo y nos quieren hacer a un lado. Tienen mucho dinero. Es una burla para nosotros y para mucha gente”.
1 Marañón P. Boris. Agua Subteránea, Gestón y participación social en Guanajuato. México, 2010. Ed. UNAM. p.