EL ORDEN DE LA DESIGUALDAD
Por: Eber Sosa Beltrán. Psicólogo y activista social
Interesado en el género, el medio ambiente y los derechos humanos.
La equidad como un principio de transformación social ha enfrentado diferentes circunstancias históricas en la vida de las mujeres que han restringido, anulado o menoscabado el ejercicio de sus derechos. Ha implicado que las mujeres luchen por un reposicionamiento del lugar asignado como su deber ser y aventurarse a explorar y ensayar nuevas posibilidades haciendo frente a un problema constante, la desigualdad de género.
A lo largo de la historia, las desigualdades de género han sido reproducidas de forma sistemática en la mayor parte de las culturas y sociedades del mundo. Esto puede entenderse como la reproducción de un modelo dominante en el que las diferencias biológicas entre mujeres y hombres han sido el fundamento simbólico de las diferencias de género y también el fundamento de la desigualdad.
Entender cómo en una sociedad el ser diferentes nos vuelve desiguales significa comprender la manera en la que se distribuye el capital social y económico de manera jerárquica entre mujeres y hombres atribuyéndole a lo masculino una cualidad superior, reconocida y valorada que se ha construido a partir de una visión androcéntrica de supremacía que establece relaciones jerárquicas en las que el ejercicio de poder sobre los cuerpos y las subjetividades mantiene a las mujeres en un estado de subordinación y en un orden simbólico que se naturaliza en las estructuras económicas, políticas, sociales y culturales.
En esta lógica del orden social dominante las condiciones de vida desfavorables en las que las mujeres desarrollan sus existencias se construyen socialmente, se reproducen en los diferentes ámbitos y se transmiten histórica y generacionalmente. Estas circunstancias se entretejen con otras condiciones de desigualdad que son resultado de la valoración social diferencial de aspectos como la edad, la raza, la clase social, la etnia, la orientación sexual, la condición de salud, las creencias y las opiniones produciendo lo que se conoce como desigualdades múltiples y que puede entenderse al afirmar que en un sistema de orden patriarcal todas las mujeres viven en común la desigualdad pero entre ellas la viven de distinta forma de acuerdo a su posición y valoración en el orden social. La discriminación como resultado brinda privilegios a quienes representan los ideales de una sociedad. En Occidente, ser hombre, blanco, joven, heterosexual, de clase media y con buen estado de salud representa lo deseable del ser en contraste con lo indeseable, con aquello que se rechaza, se odia, se teme y se extermina, es decir lo que es diferente.
Las consecuencias de este orden social han tenido altos costos, esta supremacía de unos sobre otros ha motivado guerras y justificado genocidios y ha sido en este momento más álgido donde se ha erigido un pronunciamiento para exigir principios universales, indivisibles e inalienables, principios que se han consolidado, diversificado y especificado en el tiempo. Esta visión de los Derechos Humanos representa un pacto social encaminado hacia la consolidación de una sociedad de paz en la que la dignidad humana sea el valor supremo.
En todo ello hablar de la equidad y su importancia conlleva a un proceso de constitución de una sociedad plural, libre de los prejuicios y estereotipos que alimentan las desigualdades, una sociedad que participa al ser capaz de identificar las condiciones de vida que son más desventajosas y posibilitar en ellas mayores oportunidades. Implica por lo tanto una redistribución de la riqueza, del poder político y económico, un desafío a las propias leyes actuales del mercado y la creatividad necesaria para imaginar nuevos escenarios.
Actuar con equidad implica reconocer que aunque todas y todos tenemos los mismos derechos humanos, no todas ni todos enfrentamos los mismos problemas y circunstancias y algunos vivimos situaciones más desfavorables que atentan contra nuestra dignidad humana. Desde la equidad no nos corresponde exigir o recibir lo mismo, cada quien puede dar en la medida de lo que tiene y necesitar en la medida de lo que carece. Bajo este principio la equidad es una realidad activa que no busca igualarnos sino que nuestras diferencias sean consideradas de igual valor.