Movimiento de masas hoy (I)
Por: Alberto Reyna García
En el año 1982 inició el cambio de rumbo de nuestro país. Arribó al gobierno de la república la clase política que se doblegó a los interese hegemónicos del imperialismo, particularmente del norteamericano; abandonó el papel del Estado como tutelar de los derechos sociales del pueblo, entregó las ramas estratégicas del desarrollo con independencia a un grupo de voraces vende patrias. Los sucesivos gobiernos, todos de derecha y reaccionarios, continuaron con la política depredadora de liquidación del Estado y de entrega de la soberanía nacional; ese curso no varió, todo lo contrario, en los gobiernos de Fox y Calderón arribó la fuerza política más negativa de la historia de nuestro país, el “Yunque”, organización política que se mueve y actúa en la semiclandestinidad, vinculada al poder del dinero, el fascismo, el alto clero y contraria a los elevados intereses democráticos y de justicia social del pueblo.
Esta nefasta clase política en el poder aplica de manera salvaje el modelo privatizador que agrava las condiciones de explotación que el sistema capitalista impone a los trabajadores y sus familias. La grave crisis que sufre el pueblo se traduce en el incremento del desempleo; la alternativa que se ofrece para solventar el ingreso es el empleo informal o el subempleo, los salarios son los más bajos, las condiciones laborales se precarizan y se persigue a los líderes sindicales democráticos; en cambio, favorece con canonjías y prebendas desmesuradas a los incondicionales y entreguistas seudodirigentes.
Para agravar los problemas la ofensiva empresarial “legalizó” las violaciones a los derechos adquiridos de los trabajadores, con la “reforma estructural” en materia laboral, con la intención de modificar la legislación y
hacerla congruente con las exigencias del mercado eliminando cualquier mecanismo de protección al trabajador, lo que permite abaratar, aún más, la mano de obra, como sucede en la práctica, pues así se obtiene mayor ganancia explotando a quien no posee más que la fuerza de su trabajo.
Para enfrentar esta política aniquiladora del pueblo y de sus conquistas logradas en arduas y sacrificadas luchas y para retomar el rumbo de la nación hacia un Estado democrático, la resistencia popular y patriótica comenzó a actuar de manera organizada y a unificarse en diferentes frentes y movimientos de masas sociales y políticos integrados por obreros, campesinos, indígenas, estudiantes, profesores, movimientos civiles y de género, así como partidos políticos, con o sin registro, entre otros, quienes iniciaron un proceso de acumulación de fuerzas, tanto en el terreno cuantitativo como cualitativo.
De los iniciales pasos de esfuerzos organizativos de resistencia contra las privatizaciones a los movimientos actuales contra el neoliberalismo hay una enorme diferencia; ahora existen frentes y movimientos muy fogueados en la lucha, como el Movimiento en Defensa de la Soberanía Energética, La Unión Nacional de Trabajadores, la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación; el Pacto por la Soberanía Alimentaria, Energética y los Derechos de los Trabajadores y Las Libertades Democráticas y numerosos frentes estatales, regionales y locales como el Frente Regional Ciudadano en Defensa de la Soberanía y también sectores de trabajadores muy combativos como los petroleros y electricistas a nivel local entre los más importantes hoy.
Todos con propósitos de alto contenido patriótico, democrático, antineoliberal y antiimperialista y decididos a luchar contra el enemigo común: la oligarquía subordinada a los intereses hegemónicos del imperialismo, cada día más dependiente y causante del atraso o nulo avance de la economía popular y la pérdida de soberanía. En los diversos frentes y/o movimientos se coincide en la fase de acumulación de fuerzas, es decir, en la etapa de unir y conjuntar el mayor número de organizaciones e individuos; y algunos con mayor claridad sostienen que esto forma parte de la conformación del sujeto revolucionario que habrá de encabezar la lucha antiimperialista y de liberación nacional.
En el libro de Antonio Pesenti LECCIONES DE ECONOMIA se demuestra que el neoliberalismo es tan salvaje como el fascismo, en México ese modelo económico ha agravado los problemas de la desigualdad, la miseria y la violencia.