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Desperdicio de alimentos provoca escasez de agua, dice la FAO Por: Manuel De la Torre Rivera Laura Poy Solano, editorialista del periódico La Jornada, nos informa en su artículo...

Desperdicio de alimentos provoca escasez de agua, dice la FAO

Por: Manuel De la Torre Rivera

Laura Poy Solano, editorialista del periódico La Jornada, nos informa en su artículo del sábado 20 de enero de 2018, p. 31:

“La Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) estima que 28 por ciento de la superficie agrícola del mundo –mil 400 millones de hectáreas– se destinan anualmente para producir alimentos que se desperdician o se pierden.

En un análisis sobre la huella del despilfarro en comida, advierte que 40 por ciento de los habitantes del planeta sufre escasez hídrica, la cual se ha acentuado en América Latina y el Caribe, donde el sector agrícola emplea 70 por ciento del agua disponible.”

Esta información deja ver lo importante que es poner atención en la problemática que existe en torno al cuidado de ese fundamental recurso para la preservación de la vida en el planeta en amplias regiones, como es el caso del bajío guanajuatense, entre otros, donde actualmente se producen agroalimentos para el mercado internacional, con una fuerte extracción de agua del subsuelo en volúmenes que han colocado a los acuíferos en alto riesgo de agotamiento y que desde ésta columna hemos denunciado en un importante número de artículos.

Lo más grave de la noticia que nos comparte Laura Poy, es que el agua ya está provocando daños ambientales importantes por sobreexplotación del acuífero en regiones del noreste del estado de Guanajuato, en la cuenca de La Independencia del alto rio Laja, que se manifiesta en amplios sectores de la población con problemas de salud por beber agua con altos contenidos de arsénico y de flúor.

Llama la atención y es causa de alarma que a pesar de la gravedad del problema, las autoridades políticas y ambientales no se atreven a “agarrar el toro por los cuernos”, porque esa actividad no les deja dividendos políticos inmediatos y sí, en cambio, puede despertar una inconformidad latente y manifiesta en amplios sectores de la población que en algunos casos ha llegado a desbordar los límites del control político como es el caso del Lago de Chapala, en Poncitlán,  donde el agua se encuentra tan contaminada que los habitantes de nueve comunidades indígenas –cocas la mayoría-, presentan la tasa de insuficiencia renal más alta del mundo, de acuerdo con el Sistema de Datos Renales de Estados Unidos (USRDS, por sus siglas en inglés).

Si bien es inexcusable la responsabilidad de las autoridades políticas, de salud y ambientales de esas regiones en donde se manifiestan los problemas descritos. Es innegable que la sociedad también es responsable de la situación que prevalece, porque son ésta y la misma naturaleza quienes reciben los impactos negativos del abandono ambiental y debería ser la sociedad quien impulse y coordine los esfuerzos ahora insuficientes de los centros de investigación de las instituciones de educación superior públicas del país, dado que las privadas prácticamente no realizan actividades de investigación en esta materia, junto con las asociaciones y colegios de profesionales en distintas ramas del saber, también con la participación de las organizaciones sociales escuelas e iglesias en un esfuerzo organizativo y educativo amplio.

La grave situación descrita se amplifica cuando se considera el desperdicio que se hace de los alimentos producidos que es prácticamente la tercera parte de lo que se produce y que en un planeta donde mil millones de gentes padecen hambre se convierte en un imperativo ético que demanda toda nuestra atención y cuidado.

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