POR: MC JUAN MANUEL PASCUAL ALARCÓN SÁNCHEZ
“Todos los días me levanto para ir a la escuela, mi mamá siempre me tiene listas tortillas con frijoles, queso y un café bien calientito; ahorita que estoy de vacaciones le ayudo a mi Papá en la pisca, me gustan mucho las matemáticas y por las tardes llevo a los animales al campo, ¡Eso de llevarlos al monte también me gusta! Sé que de alguna manera ayudo para que mis hermanitos estén bien…” (Pablo Adrián 10 años, El Caracol)
En esta semana hemos presenciado acontecimientos noticiosos en los diversos campos que integran nuestra sociedad, los destacados –según los espacios informativos- son la aprehensión del “Chapo Guzmán”, el comportamiento del peso mexicano ante el dólar y el derrumbe del precio del petróleo en el comercio internacional.
Lo que nos ocupa en esta columna no será el análisis sobre éstos, puesto que ya se han emitido diferentes posturas en el trascurso de los días, las redes sociales se han encargado de la difusión, análisis, hipótesis, memes, información y desinformación necesaria para ello.
Sin embargo es conveniente reflexionar sobre cómo ciertos sucesos históricos se ven beneficiados por la atención publicitaria, la cultura de la imagen y la prioridad en la “Agenda Pública” en el acontecer de un pueblo o una nación; y es que la historia pareciera que está referida en la selección minuciosa de diversos episodios que han sido señalados como los únicos posibles de ser expuestos y grabados en la memoria de un pueblo al que se le va tejiendo y formando una identidad maquilada desde ciertos estratos, formas de pensamiento y grupos de poder, con una intención e intencionalidad propia y reduccionista.
Hablar desde la Historia Única de un pueblo genera un desconocimiento del otro que no alimenta o construye ésta, engrandece brechas y desigualdades de toda índole; atropella dignidades, aliena y desdibuja a los que no figuran en un escenario de poder; diseña las “historias oficiales según los vencedores” obligando a olvidar los rostros y las vidas que están destinadas a una amnesia colectiva, provocando división, mutilando lo vivido.
La historia única no es la única historia, hay otras voces y otros mundos que se mueven en paralelismos y que rompen con los estereotipos fabricados en la visualización del otro. Estas muchas historias son las que se construyen abajo: allá donde no existe una cámara de fotografía, allá donde el viento se lleva con su fuerza las huellas sobre la tierra que pisan muchos hombres y mujeres que en su cotidianeidad construyen otras formas de vida; allá donde hay muchos que están intentando incidir en un beneficio común, allá donde Pablo Adrián y Luis y Francisco y Pedro y Alicia y María y muchos tantos niños son constructores de su propia historia, que no es única sino otra, muy otra.
En tiempos de amnesia colectiva se hace necesaria la locura del recuerdo, la locura de los que se aventuran a descubrir estos otros mundos y otros rostros; la locura de algunos que se comprometen a mirarlos y mirarse y así vivir los reflejos, la locura de algunos que siendo jóvenes se arriesgan a trascender en aquellos olvidados: ¡Qué tristeza que estos jóvenes no sean noticia, ni figuren en la agenda pública, ni en los espacios informativos! Desgraciadamente el joven que es noticia es porque ha terminado muerto, acribillado, mutilado o baleado fomentando y viviendo una cultura de muerte.
El reto de esta sociedad debe ser firme: busquemos estas otras historias, construyamos los puentes para encontrarnos y pertenecernos, para descubrirnos hermanos y humanos, diferentes e iguales, diversos y comunes; busquemos salvarnos del peligro de la historia única…
“Ahí vamos, cargando a cuestas el tanto bien que nos han dado; ahí vamos respirando mundos, danzando con los montes y las peñas, buscando rostros y miradas que sepan que somos ellos y ellos son nosotros…”
Contacto: [email protected]