
Cada fin de semana, especialmente por las noches, el centro de Salamanca deja de ser un espacio seguro y se convierte en una pista informal para decenas de motociclistas que circulan sin casco, sin protección, sin placas y, lo más alarmante, sin respeto alguno por la vida de los demás.
El caos se apodera de las principales calles del primer cuadro de la ciudad, ante la indiferencia de las autoridades municipales. Ni tránsito, ni policía vial, ni operativo alguno impiden que motociclistas, muchos de ellos menores de edad, aceleren sin control, rebasen sin precaución e ignoren completamente los semáforos. La ley, simplemente, no aplica cuando cae la noche.
A pesar de los múltiples reportes en redes sociales y las quejas directas a la Dirección de Tránsito, la realidad es clara: no pasa nada. No hay operativos visibles, no hay sanciones públicas, no hay campañas de concientización. Solo una creciente sensación de que en Salamanca se puede violar el reglamento sin recibir castigo alguno.
“La verdad me dio miedo y resulta un peligro para todos”, comentó un ciudadano que presenció cómo un grupo de motociclistas cruzó el centro a toda velocidad, sin luces ni respeto por los peatones. Casos como este se repiten cada fin de semana y, aunque hasta ahora no se han reportado tragedias mayores, los vecinos temen que sea solo cuestión de tiempo.
El estruendo de los escapes modificados, los motores acelerados sin control y la actitud desafiante de los conductores, son el pan de cada noche. La convivencia urbana se rompe, la seguridad se diluye y la autoridad brilla por su ausencia.
Lo más preocupante no es solo la imprudencia de quienes manejan las motos, sino el silencio cómplice de quienes deberían hacer cumplir la ley. Salamanca no necesita más promesas: necesita operativos reales, vigilancia constante y castigos ejemplares.
Mientras eso no ocurra, el centro seguirá siendo, cada fin de semana, un lugar peligroso, donde reina la impunidad y donde los ciudadanos pagan el precio de una omisión institucional que ya es insostenible.
La ciudadanía no solo exige vigilancia: exige responsabilidad. Porque mientras los motociclistas siguen circulando sin freno, es claro que el problema ya no es solo de quienes se comportan con irresponsabilidad, sino de quienes permiten, por omisión o indiferencia, que Salamanca siga siendo rehén del caos cada fin de semana.