
Aunque México sigue siendo considerado un país mayoritariamente católico, las cifras más recientes indican que el vínculo entre la población y esta religión ha cambiado drásticamente en las últimas décadas.
Según el Censo de Población y Vivienda 2020 del INEGI, 97.8 millones de personas en el país se identificaron como católicas. Esta cifra, aunque alta, representa apenas el 77.7% del total de la población, una baja considerable respecto al 88% registrado en el año 2000.
El descenso ha sido constante. Un estudio de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) advierte que entre el año 2000 y el 2010, el catolicismo pasó de tener el 88% al 82.9% de los creyentes. Para 2020, la caída continuó hasta ubicarse por debajo del 78%.
Expertos señalan que esta pérdida de fieles no implica necesariamente una pérdida de espiritualidad. De hecho, muchos mexicanos afirman tener creencias religiosas, pero optan por vivir su fe de forma personal, sin vincularse con ninguna institución. Esta práctica individualizada ha cobrado fuerza, impulsada en parte por la desconfianza hacia la Iglesia y la falta de identificación con su doctrina.
Esta distancia con las estructuras tradicionales ha sido uno de los retos más visibles del pontificado del Papa Francisco, quien ha tenido que afrontar un escenario en el que millones ya no ven a la Iglesia como un referente de unidad ni como guardiana de la espiritualidad.
La tendencia también se refleja en el crecimiento de la población que se declara sin religión. En el año 2000, este grupo representaba el 4.7% de los mexicanos; para 2020, la proporción subió al 8.11%, equivalente a poco más de 10.2 millones de personas. En una década, esa cifra casi se duplicó. Además, más de 3 millones de personas dijeron ser creyentes, pero sin adscribirse a ninguna religión.
El perfil demográfico de los “no religiosos” también marca una pauta: son en su mayoría hombres (56.1%) y jóvenes de entre 25 y 34 años, seguidos por aquellos entre 20 y 24 años.
La Comisión Nacional para Prevenir la Discriminación (CONAPRED) ha resaltado la importancia de este fenómeno como reflejo de una sociedad diversa y en transformación. De hecho, el organismo ha documentado que la pluralidad religiosa ha crecido notablemente. En 1980, los creyentes no católicos representaban apenas el 4.3% de la población. Para 2020, ya eran el 11.4%.
El INEGI identificó un total de 32 religiones distintas en el país, las cuales agrupan a más de 650 mil personas. Algunas de las más representativas, fuera del catolicismo, son:
– Judaísmo: 58,876 personas
– Islam: 7,982
– Religiones de origen oriental: 29,985
– De raíces étnicas: 33,372
– De raíces africanas: 40,799
– Espiritualistas: 36,764
– Otras religiones: 40,391
– Ateos: 645,000
México vive una transformación silenciosa en su mapa religioso. Aunque el catolicismo aún predomina, cada vez más personas eligen creer, o no bajo sus propios términos. La fe sigue presente, pero ha dejado de ser unánime.